UNOS
BARCOS DE PAPEL
Llueve…y tengo un libro entre las manos.
Gotea el alero…y tengo una idea
que ronda en mi cabeza.
Pienso de qué país soy
Y de qué lengua me siento hoy deudora.
Hace frío…y paso la mano por mi libro.
Saltan las gotas en el cristal y renuevo
El camino de mi escuela
Con el paraguas inclinado para conjurar al viento.
Corre el desagüe de mi patio interior.
Llora el día en la tarde otoñal.
Y caen las páginas de mi libro
A una infancia que nunca perderé mientras viva.
Me recuerdan, de siempre, con papel en las manos
aunque no siempre fueran nuevos
ni aun de segunda lectura o de tercera.
Y en aquellos papeles, en los que navegué hasta hoy,
Están los mapas secretos de todos mis tesoros.
Y tengo pocos:
una lengua en plural, el humo en un poema,
un catalejo para ver detrás de mis montañas,
el sueño de enseñar y las palabras.
No hay armas, no hay fronteras.
Nunca hubo prisas. No.
Ni tampoco relojes. Los sueños,
bien soñados, siempre llegan.
La labor de impregnar que tiene el agua
No tiene nunca dudas ni aun treguas.
Por eso llueve aún sobre los manantiales,
Donde pude leer las historia,
ayer concéntrica,
Que se extiende a tocar orillas
Con las que linda mi herencia más antigua y viajera.
Llueve, en la tarde aquella, luces amarillas
sobre mis dibujos de escolar y aún
sobre la hierba…
Siempre llueve cuando no hay un sueño
En el fondo grisazul de una maleta.
Por eso, porque las afueras de mi entonces
Eran propicias ya a crear cometas,
A elevar globos de papel pegado
Con engrudo de pan, con mecha de algodón
Y vocación viajera…fui aficionada
A doblar barcos de letras amarillas
Que resistieron cada vez la tormenta.
Porque allá, en el fondo de mis cuadernos
De deberes, siempre estuvo la palabra atenta,
guardando el retorno, labrándose en la prosa
y en la puerta al poema, estoy tal vez aquí.
¡O quién sabe por qué razón secreta!
En aquel tiempo de libros cerrados bajo llave,
Creció un deseo de alcanzar la tierra
Donde los niños tuvieran su palabra,
Donde los mayores fueran un abuelo
Con la respuesta abierta,
Donde ninguna niña se quedara sin voz,
Donde cada hombre valiera su cultura
Y nunca su fuerza o su violencia.
En el tiempo del armario cerrado
de mi clase de niña, surgió la sed
que aún dura y que no cesa.
Pero hoy llueve, llueve sobre los chicos
Que celebran los versos y los cuentos,
La Mitología, las recetas, las leyendas…
Llueve sobre todos nosotros,
sobre la mansa caligrafía de la tierra
que cada uno ama con sus barros y soles
con sus cerros y cuencas.
En el deseo de ver aparecer una sonrisa más
En cada escuela, llueve alegría
y hoy sembramos barcos
Que atraviesan el mar con libros como velas.
Mª Rosa Serdio
Gracias por dejar que hoy os acompañe en "El Colmado" en esta Jornada Solidaria que hará una huella en el tiempo, un recuerdo al que volveremos cuando parezca que no hay nada más que hacer.
Entonces, burlando el imposible, fletaremos otros barcos a los que llenaremos de velas.
El Colmado. Madrid. Domingo 16 diciembre 2012
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