Cuento de Concha Castroviejo
Aquella noche, además de cansado, yo regresaba triste. Era la noche del 6 de enero. Mi abuelo había ido a tocar a un barrio que no frecuentábamos.
Los niños andaban por la calle con sus juguetes nuevos, y yo pensé que nunca, en muchos años, había tenido un juguete.Envidiaba las roscas que veía en los escaparates, las bolsas de dulces y las ropas buenas y confortables.
Al entrar en nuestra buhardilla miré alrededor. Me sentí tan triste que me volví al abuelo y exclamé:
- ¡No tenemos nada!
El abuelo, entonces, fue hacia la ventana y la abrió a la noche.
- Mira... -me dijo-. Tenemos las estrellas.
Yo miré hacia afuera. En la noche seca, bajo el cielo negro, miles de estrellas brillaban sobre nosotros.
- Tenemos las estrellas -repitió el abuelo-. Todas las estrellas de Dios.
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