Es el de hoy un deseo contra la rutina, un intento de conjurar el siempre igual, el da lo mismo.
Al principio los años nuevos pican un poco, es algo así como cuando de niños estrenábamos ropa. Estábamos contentos con ella pero no estábamos cómodos. Aún no podíamos jugar a nuestros juegos favoritos sin problemas pero también teníamos la posibilidad de arriesgarnos, saltar la frontera y echarnos al campo con los zapatos de la fiesta, aquellos preciosos zapatos de charol donde se alojaban los calcetines recién regalados y estrenados para la ocasión.
Disponíamos de tiempo sin horarios porque las vacaciones aún estaban a medias y los mayores estaban empeñados en celebrar el Año Nuevo con charlas interminables, con las cajas de las fotos antiguas sobre las rodillas, con un café y un pañuelo por si acaso, cosa que a nosotros nos dejaba, libres de avisos y de llamadas inoportunas, en el paraíso del tiempo extenso de los niños de antes.
Era entonces cuando desaparecíamos por los desvanes o los pajares cuando, en bandadas de ocasionales amigos, recorríamos el pueblo de los abuelos visitando cocinas y lugares en los que, al amor de las chimeneas, veíamos de verdad a los personajes de nuestros cuentos: viejos lobos de mar fumando sus pipas, viejecitas hilando copos lana en las ruecas, hadas buenas friendo exquisitas rosquillas, gigantes cuidando de sus ovejas, platerillos de piel de algodón y trote de marioneta...¡Qué tardes las de año nuevo en mi pueblo de niña!¡Cómo ascendía el humo sin prisas desde todas las chimeneas!
¡Uy! ¡Qué tarde se me ha hecho! Estaba haciendo tiempo para estrenar un libro y casi empiezo otro. Eso pasa porque hoy el tiempo está nuevo, porque parece que dispusiéramos de todo un año para dejar volar la imaginación y hacerla ir hacia atrás, hasta Recuerdo o hacia adelante, allí donde Futuro nos espera.
Como hoy todo es posible, os deseo un espíritu nuevo para que 2009 sea el año de vuestros sueños, de vuestros viajes, de todos los estrenos...el que deje al marcharse los mejores recuerdos.
La maestra.