6.1.11

REFLEXIÓN DE AURELIO G. OVIES

Zapatillas en la puerta
A nadie le disgustaría retornar al pasado en noches fantásticas como ésta

AURELIO GONZÁLEZ OVIES
Noche mágica, lléganos a los descampados del alma, adéntrate en nosotros con la ilusión antigua de los cuartos a oscuras y brillantes paquetes posados junto al árbol y encima de las camas. Haznos vivir de nuevo ser otra vez tan niños, aunque sea un instante, otra vez tan nosotros, con la emoción inmensa y la inocencia intacta. Déjanos imaginar pisadas de camellos por los solos caminos del pueblo silencioso, a través del cristal y el cerco de una luna y una noche estrellada. Ponemos en la puerta unas bayas de acebo sobre las zapatillas y unos turrones blandos y un caldero con agua. Adormécenos pronto y que pronto amanezca, que pronto llegue el sueño de que llega mañana, que es mañana de ayer, de hace ya muchos años, y estamos todos juntos, con el frío rondando el calor de la casa. Y nerviosos abrimos las cajas con vaqueros y un fuerte y diligencias y blancas caravanas. Y mecanos y grúas y un arco y unas flechas y carcaj y una manojo de Jívaro Cebatanas.

Permítenos borrarnos esta noche y ser otros, ser los otros que fuimos y creer que la vida es siempre dadivosa, así de extraordinaria. Que sea verdad, al menos, que es mentira una noche que la vida es injustamente cruel, terriblemente extraña. Noche de Magos, verifícanos con tus dulces quimeras la acre realidad, inúndanos de asombro y de esperanza. Límpianos el desengaño y la indolencia, envuélvenos arrojo y fantasía en diminutos fardos con tu exterior de plata. Llévanos la violencia y el desamparo, trasládanos la congoja y el dolor, el constante sufrir, la continua amenaza. Ahí tienes en la puerta unas cañas de muérdago y almendras y unos higos y nuestras botas viejas con esta larga carta.

Regrésanos a enero, a sus antiguos ritos de aguinaldos y cánticos y niños que recorren las aldeas con gorros y abrigos y bufandas. Vacíanos el vacío que arrastramos a diario, la espesura que se abre delante de nuestros ojos, de tantos ojos cándidos, que se abren con el alba, la enfermedad que llueve en tantos barrizales, la hambruna que se ceba con tantos territorios, la muerte y la gangrena que reviven tan crudas y voraces donde hasta la luz misma está gangrenada. Enciéndenos un credo, apáganos la rabia.

Dejamos a la puerta un villancico en rama, unos piñones tiernos y un cazacorazones y una vasija de agua, porque necesitamos agradecer al mundo su magnitud paciente y su belleza. Y el amor pide a gritos aligerar sus alas.
Publicado en La Nueva España de Avilés 6/1/2011

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aurelio,que se cumplan todos los deseos!Son los mismos que deseamos casi todos pero no sabemos escribirlo tan bonito.Buen año.Ricardo.