Mi madre, que sabe de su relación con los niños del Colegio por el libro dedicado a su nieta Cecilia de cual nosotros le hicimos el regalo de su versión ilustrada y de las muchas veces que suelo ir a escucharle cuando viene a vernos sea a Langreo o a Pola de Laviana, estaba encantada con el trabajo del periodista y, como hablaba de su libro de Memorias Infantiles "Un armario lleno de sombra" me comentó cuánto le gustaría leerlo.
Yo lo tenía reservado, en su estupenda edición de Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, para degustarlo en vacaciones y se lo pasé.
A partir de entonces, y tras la lectura del periódico del día, tenía don Antonio un rato de conversación con mi madre que conoce bien todos los lugares de León de los que habla y tampoco le son ajenas las penurias que el libro narra ni los dolores de la guerra en la que ambos se criaron.
Con él recuperó el sonido de una infancia de lecturas que no tuvo y de la que ahora mismo se resarce y a lo grande.
¡Un placer ver cómo un libro puede regalar tantos sentimientos e imágenes tan hermosas!
En la foto Antonio Gamoneda niño.
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